Iniciando una nueva experiencia...
Esta historia comenzó el día lunes 29 de agosto del año 2016, pues ese día, llegábamos por primera vez en la localidad de San Juan Chen, una pequeña comunidad perteneciente al municipio de Chemax, Yucatán. Éramos un equipo de cinco docentes de nuevo ingreso, que recientemente nos habíamos conocido durante la Fase Intensiva de los CTE´s, pero nos mantenía unidos un cierto sentimiento de compañerismo y, sobre todo, los compromisos que conllevan esta noble labor docente.
Al llegar a la comunidad, percibimos un ambiente silencioso: contemplábamos la arquitectura de las casitas hechas de bajareques y un entorno de gente muy humilde.
Al llegar a la escuela primaria “Ignacio Manuel Altamirano”, los niños y las niñas estaban esperando sus nuevos maestros; se podía mirar la alegría e incertidumbre en sus pequeños rostros por conocer a los nuevos maestros y, al maestro que los atenderá durante el ciclo escolar. En su mayoría, niños y niñas maya-hablantes; con ciertas características que los distinguían: cuerpos delgados, pies descalzos y con el uniforme o ropa desgastada, pero, con algunas sonrisas que ambientaban aquel momento de nerviosismo.
Después de la presentación de los maestros, continuaba la asignación de salones. Yo, había elegido con anterioridad atender al grupo de tercer grado, en lo personal considero que es una gran oportunidad para aprender y apoyar a los estudiantes a construir los cimientos de los aprendizajes que consolidarán en grados posteriores. Finalmente, ese instante había llegado. Era momento de comenzar esa experiencia con mis estudiantes y compañeros docentes, que indudablemente formarán parte de los recuerdos y momentos inolvidables al inicio de la profesión.
Entré a mi salón, y con un poco de incertidumbre me dirigía a mis estudiantes para presentarme y contarles algunas experiencias anteriores. Posteriormente, realicé algunas dinámicas para establecer un clima de confianza que les permitiera presentarse y compartir sus pasatiempos favoritos, y las actividades que les gustaba y que no gustaba les realizar. Fue en ese momento cuando noté que la mayoría hablaban en la lengua maya, mi reacción no fue de sorpresa, pues lo consideraba como algo familiar y natural en el entorno sociocultural en el que vivían. Asimismo, la comunicación continuó su propósito, puesto que yo no tenía ningún problema para entender y hablar en la lengua maya. Al igual que ellos, nací en una pequeña comunidad en donde la mayoría de la gente únicamente hablan en lengua maya, entonces, mi lengua materna fue la maya. Por ello, no tuve ningún inconveniente para entablar la plática con los niños y las niñas, de alguna manera se sentían correspondidos.
Mi grupo estaba conformado por 16 estudiantes, de los cuales 8 eran mujeres y 8 hombres, de edades entre 8 años a 9 años. Después de la presentación de cada estudiante, continué con algunas actividades enfocadas al diagnóstico de grupo; fue aquel momento de tensión, sorpresa y de gran preocupación: la mayoría de los niños y niñas no sabían leer ni escribir, incluso no podían escribir su nombre; desconocían los números y su valor posicional; las operaciones básicas eran totalmente inexistentes desde sus planteamientos hasta su resolución.
La preocupación se agrava cuando me cuestionaba, ¿cómo trabajar los contenidos de tercer grado propuestos en el plan de estudios? Es en ese preciso instante cuando nos damos cuenta que no basta únicamente conocer los contenidos curriculares y el plan de estudios. Sino que es una situación que nos desafía a poner en práctica conocimientos, habilidades y aptitudes para enfrentar de la mejor manera las problemáticas y atender las necesidades educativas de los estudiantes.
Las necesidades y fortalezas de los estudiantes…
Había llegado el momento de tener las primeras sesiones de clases, iniciamos con una actividad de lectura y posteriormente una actividad de escritura para mejorar la lecto-escritura; continuamos con las matemáticas, ciencias naturales y formación cívica y ética. Nuevamente me encuentro asombrado, no por las dificultades de los estudiantes, sino por la gran fortaleza de las habilidades que poseen: emplean el lenguaje materno para pensar, compartir ideas, sentimientos y aprender nuevas cosas.
Las comunidades rurales e indígenas siempre se han caracterizado en situación de vulnerabilidad, cuya educación refleja un alto nivel de rezago educativo en los estudiantes por el contexto sociocultural en la que viven los estudiantes y otros factores relacionados con la condición lingüística. A simple vista, nos enfocamos en afirmar que un niño o una niña maya-hablante tendrá mayores dificultades y hemos dado poca importancia al potencial que cada uno de posee (conocimientos, habilidades, actitudes, aptitudes, etc.)
A veces, pensamos en homogeneizar la educación de todos los niños y las niñas. Sin embargo, sabemos que prácticamente es algo imposible, si decimos reconocer la heterogeneidad (los estilos de aprendizaje, los distintos ritmos de trabajo, destrezas, aptitudes) de nuestros estudiantes debemos reflexionar constantemente sobre nuestra práctica: ¿por qué enseñamos lo que enseñamos?
Desde mi punto de vista, la calidad de la educación no se trata únicamente de que todos los niños y las niñas dominen y aprendan mecánicamente todos los contenidos propuestos para su grado escolar. La calidad va más allá, cuando hablamos de calidad hacemos referencia a la pertinencia de los contenidos que enseñamos, como docentes podemos tener una excelente preparación y tener excelentes materiales didácticas; pero, si la realidad educativa y las necesidades educativas de los estudiantes no son tomadas como punto central difícilmente podamos avanzar en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Como docente, estoy consciente de que sería casi imposible lograr el avance esperado en ese grado escolar. Sin embargo, la actitud positiva y reflexiva sobre nuestra práctica individual y colectiva posibilitará ofrecer mejores oportunidades de aprendizaje a los estudiantes coherentes a sus necesidades.
En lo personal, pienso que el principal reto de cualquier docente para conocer a los alumnos y las alumnas, es que no debemos considerar que el hecho de conocer implica algo acabado o definitivo. Conocer significa también “estar al tanto”, no es una acción estática, sino dinámica. Como docentes “conocer a los alumnos y las alumnas” significaría un proceso continuo para contribuir en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Mi experiencia como docente, me ha permitido observar que cuando los niños y las niñas maya-hablantes llegan a una escuela, su lengua materna no es tomada en cuenta, por lo que, deben aprender hablar el castellano y aprender una nueva cultura con historias ajenas a su contexto. Dicha situación, es lo que complica aún más su proceso de aprendizaje.
El lenguaje que tiene como función principal la comunicación, va más allá de comprender las palabras. La verdadera comunicación requiere de significatividad, por lo que, se hace necesario entender el pensamiento, las distintas emociones y motivaciones presentes en las personas que se comunican.
En el aula de clases, la relación horizontal y la comunicación entre estudiantes y docentes son fundamentales para el proceso de enseña-aprendizaje. Cuando los niños y las niñas no entienden el lenguaje del profesor o de la profesora, difícilmente puede existir esa comprensión más allá del pensamiento.
Vygotsky (1995), señala que “el pensamiento y el lenguaje, que reflejan la realidad en distinta forma que la percepción, son la clave de la naturaleza de la conciencia humana. Las palabras tienen un papel destacado tanto en el desarrollo del pensamiento como en el desarrollo histórico de la conciencia en su totalidad” (p.199).
En este sentido, el lenguaje es la conciencia que existe en las experiencias individuales y colectivas, las palabras tienen un papel importante no sólo en el desarrollo del pensamiento, sino también en la conciencia. Por lo tanto, el lenguaje no sólo es un simple mecanismo de comunicación: nos sirven para nombrar la realidad y la nombramos según lo que percibimos.
La lengua indígena está relacionada con la forma de hablar, pensar y actuar y, a la vez, explican ese pensar y actuar. La lengua indígena es uno elementos constitutivos de la identidad indígena de los niños y las niñas maya-hablantes, puesto que cada lengua es una expresión única de la experiencia humana del mundo; es la expresión de una cosmovisión.
Por ello, desde nuestra intervención docente debemos contribuir a una mejor educación para la niñez indígena. Una educación que revalorice la cultura y la lengua de los niños y las niñas.
Bibliografía
VYGOTSKY, Lev (1995). Pensamiento y Lenguaje. Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas. Ediciones Fausto, Buenos Aires, Argentina.